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Peso Pluma ha roto todas las barreras. Solo él sabe qué viene después.

Salió disparado desde México para convertirse en uno de los artistas más grandes del planeta. ¿Podrá ahora navegar una particular forma de estrellato?
FOTOGRAFÍAS DE GUSTAVO SORIANO

Traducción de Diego Salazar

LAS CALLES QUE LLEVAN a Lab Studios, un complejo de salas de grabación en el exuberante barrio de Coconut Grove en Miami, están llenas de unos brillantes e iridiscentes pavos reales. A finales de enero, Peso Pluma ha establecido un campamento de escritura durante una semana para trabajar en su nuevo álbum, que, revela, se llama Éxodo y saldrá a las calles este verano. Es casi demasiado apropiado que una bandada de aves decadentes de majestuosas plumas metálicas estén pavoneándose por la calle: El artista mexicano, cuyo nombre real es Hassan Emilio Kabande Laija, ha irrumpido en el firmamento global escribiendo sobre amor y corazones rotos, pero sus canciones de estilo fanfarrón y urbano sobre una vida extravagante y de altos lujos se encuentran entre las más populares. Hoy está por componer unas cuantas más.

Al otro lado de la puerta, el estudio tiene la vibra de una fraternidad universitaria tropical, repleta de muchachos amables y relajados que podrían pasar por veinteañeros comunes excepto que llevan relojes plagados de diamantes y cadenas de oro lo suficientemente pesadas para producir lesiones en el cuello. La mayoría son compañeros de banda de Peso. Jóvenes pero experimentados músicos que tocan el bajo, contrabajo, guitarras, requinto, trombón y charchetas, instrumentos que definen el particular estilo de corridos tumbados de la música de Peso.

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Los corridos tumbados son una sorprendentemente moderna versión de los corridos, baladas campechanas y de estilo narrativo que han relatado algunas de las historias más épicas de México y han sido un reflejo de la compleja realidad del país por más de 200 años. Los corridos tradicionales –que juegan un enorme papel dentro de los múltiples géneros que componen lo que en Estados Unidos se conoce bajo el amplio paraguas de “música mexicana”– son generalmente vistos como una banda sonora de salón de baile para abuelos. Eso cambió en gran medida a mediados de los años 2010, cuando un puñado de chicos, entre ellos Natanael Cano, que tenía 17 por entonces, sacaron a relucir sus guitarras afiladas y espinosas, y empezaron a tomar elementos del trap y el hip-hop. El resultado dio forma a un ritmo para una generación hiperconectada e indiferente a los géneros.

Peso / Hassan Emilio Kabande Laija vino poco después y destacó entre la manada, un muchacho delgaducho conocido literalmente como “peso pluma” dado lo flaco que es. En los últimos años, ha sumado su particular estilo vigoroso al movimiento. Sus canciones remarcan líneas robustas de trombón e intrincados arreglos de guittara, que visten el escenario para su voz picuda. Aunque él ha ido más allá de ese sonido y se ha deslizado hacia otros estilos, desde el pop hasta el reguetón.

En este momento, en Lab Studios, su banda está amontonada en una de las salas de grabación, escuchando una primera versión de lo que podría convertirse en su nuevo éxito. Peso no está ahí, mientras un torbellino de notas iniciales de metal retumban por el sistema de sonido. Pero minutos después, una inconfundible voz ronca, repleta de enjundia, grita “¡Hola!”. Es más un anuncio que un saludo, suficientemente distintivo y punzante para rasgar el continuo espacio-tiempo. Peso entra casi brincando con alegría, con una camiseta blanca, shorts azules de basketball y una gorra negra echada para atrás que cubre su característico mullet. Echa un vistazo a la computadora del productor y asiente al ritmo de la canción por un momento. Luego, en un segundo, se ha ido.

A lo largo de las próximas horas, Peso rebota de un lado a otro como una pelota hecha de electricidad, irrumpiendo en distintas salas y saltando sobre distintas canciones. Cuando doy con él poco después, está trasteando con una guitarra, mostrando una idea a algunos de los mejores compositores de la música mexicana. Aquí están Edgar Barrera, productor y compositor de 33 años, nominado a 22 Grammy Latinos tan solo en los dos últimos años. Cerca se encuentra Alexis “El Chachito” Fierro, un ingenioso y alegre compositor que ayudó a Peso con “Lady Gaga”, megaéxito que grabó junto a los ascendentes Gabito Ballesteros y Junior H, cuyas letras hablan de excesos bañados en champagne.

Peso ya casi ha terminado un corrido que ha escrito por su cuenta, pero quiere trabajarlo todavía un poco más. “Tal vez se le pone un pre-corito o algo asi”, sugiere, jugando con la guitarra. Canta lo que tiene hasta el momento, y su voz, con esa peculiar riqueza, llena todo el espacio. El tono de su voz es tan crudo y carente de adornos, que puede resultar chirriante o cautivador a la vez, dependiendo de quien escucha. Casi unánimemente, el efecto es positivo. “No suena a ninguna otra voz de la industria”, dice Barrera. “Tú cuando lo escuchas sabes de una vez que es Peso Pluma cantando”.

Esa voz estuvo por todos lados el año pasado. En marzo, Peso unió esfuerzos con el grupo mexicanoamericano Eslabón Armado para “Ella Baila Sola”, una amorosa oda a una chica bonita en la pista de baile que se convirtió en la primera canción de “música mexicana” que alcanzó el Número Uno en el ranking global de Spotify y logró meterse en el Top 10 del Billboard Hot 100 (Rolling Stone la nombró mejor canción de 2023). En un momento de la canción, Peso espeta “¡Bella!” con tanta fuerza que desató retos de TikTok y un montón de imitaciones. Luego vino “Bzrp Music Sessions Vol. 55”, parte de una popular serie de sesiones de estilo libre en YouTube, que le granjeó a Peso su segundo Número Uno global en Spotify. A continuación, Génesis, el disco que terminó por ponerlo en el mapa, debutó Número Tres en el Billboard 200 en abril, el puesto más alto en la historia para un disco de música regional mexicana.

Un montón de hitos increíbles vinieron después: en setiembre de 2023, Peso y sus compañeros de banda se convirtieron en los primeros intérpretes de música mexicana en actuar en los MTV Video Music Awards. Peso venció a Taylor Swift, Bad Bunny y a todo el mundo al convertirse en el artista con más vistas del año en YouTube. Entró y salió de los estudios de grabación con algunos de sus héroes del rap –A$AP Rocky y Travis Scott, entre otros. Luego, en febrero, consiguió su primer Grammy, al llevarse a casa el premio a Mejor Álbum de Música Mexicana. Además cerró la noche con un par de fotos junto a Jay-Z. Entremedias, ha acumulado miles de millones de reproducciones, colaboraciones con artistas como Becky G, Anitta y Kali Uchis, y ha agotado entradas en estadios de todo el planeta.

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Parte de su atractivo es que, a diferencia de muchos artistas de “música mexicana” del pasado, Peso ha cambiado las botas vaqueras y los sombreros por las zapatillas de lujo y las gorras de baseball, y parece más un enjoyado rapero antes que un cantante melódico mexicano. Súmale un distintivo mullet ochentero, tan llamativo que los niños en México han empezado a pedir el peinado de Peso Pluma, y tendrás al más osado embajador de los corridos tumbados, reescribiendo las reglas del género. “Estoy muy orgulloso de poner mi bandera en alto y de ser el primero en hacer muchas cosas. De poder mostrar mis raíces y de dónde venimos y lo que nos gusta escuchar y lo que nos gusta hacer”, dice Peso.

Sus actuaciones en vivo son también una parte importante de la fascinación. Sobre el escenario, Peso se muestra hiperactivo, desatado, explosivo: pisotea con fuerza y salta arriba abajo, arrugando el rostro con expresiones traviesas que los fans han inmortalizado en memes y GIFs. “La primera vez que lo vi actuar sobre un escenario, incluso ensayando, me voló la cabeza el carisma que tiene”, me dice George Prajin, su manager. “Siempre le digo a todo el mundo ‘es el Mick Jagger mexicano’”.

LOS CORRIDOS HAN TENIDO una larga, complicada y controvertida historia. Desde la revolución mexicana, estas baladas han narrado violentas y sangrientas batallas y han expuesto relatos de pobreza y corrupción. Su árbol genealógico incluye los narcocorridos, un subgénero que apareció en los años sesenta y alcanzó notoriedad en los ochenta, con canciones llenas de atrevidos relatos del tráfico de drogas en el país. Aun cuando la violencia de los cárteles ha escalado en el país, muchos narcocorridos son homenajes a líderes criminales y señores de los cárteles, celebran sus hazañas delictivas y los inmortalizan. Los jóvenes artistas de corridos tumbados no han rehuido esta tradición, que resulta en una mezcla que podría equipararse a juntar a Johnny Cash con N.W.A. Como muchos cantantes de corridos antes que ellos, han atraído el escrutinio e incluso indignación, han sido acusados de glorificar las armas, la violencia y la espantosa realidad de la guerra contra las drogas.

Peso canta habitualmente sobre impresionar chicas con autos ostentosos y llevar encima armas adornadas con diamantes para mantener a raya a los haters, pero algunas de sus primeras colaboraciones mencionaban por nombre a cárteles y figuras opacas del estado de Sinaloa, en el noroeste de México. Esas letras han traído no solo críticas sino también amenazas: el otoño pasado, antes de un concierto en Tijuana,  aparecieron varias narcomantas en la ciudad: “ESTO VA PARA TI PESO PLUMA ABSTENTE DE PRESENTARTE EL DIA 14 DE OCT. PORQUE SERA TU ULTIMA PRESENTACIÓN” [sic]. Venían firmados por el Cártel Jalisco Nueva Generación, rival del Cártel de Sinaloa, aparenteme furioso por las menciones en la música de Peso.

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Su equipo canceló el concierto y siguió adelante, el tour del artista continuó en otras partes del mundo. Pero el ritmo y la presión son innegablemente intensos, en especial para un artista que está construyendo un camino complicado y polarizante, que no existía hasta ahora. A pesar de que México comparte frontera con Estados Unidos, pocos artistas mexicanos –menos aún uno haciendo “música mexicana”– han estallado de esta forma en la cultura anglo masiva (Desde Ritchie Valens a Selena, los artistas asociados con sonidos mexicanos que han conseguido establecerse a uno y otro lado han nacido por lo general en Estados Unidos). El camino que Peso tiene por delante es territorio desconocido.

“Gracias a mi gente y a mis fans que me apoyan porque son los que nos ponen allí en los charts y todo lo demás”, explica. “Pero realmente yo no lo veo como una competición o por posición o lugares llegados. Siento yo que no es Peso Pluma que ha llegado al número uno, sino que el regional mexicano ha hecho, que ha hecho que esto pase”.

Es fácil olvidar que Peso tiene solo 24 años. Y que, pese a que su salto directo a la fama ha supuesto muchísimo trabajo, ha ocurrido de forma veloz. Tiene muchas cosas que equilibrar en su vida y hay momentos, que vi a lo largo del mes en que nos encontramos, que parece estar agotado de todo. Puede ser callado y taciturno, verse exhausto por el solo hecho de hablar. En otros momentos, como en Lab Studios, se muestra animado, disfrutando de la euforia de crear algo completamente nuevo, canciones que nadie ha imaginado antes.

Peso se reúne con su banda en la sala de grabación para ver el proceso de una canción llena del sonido de charchetas. El proceso creativo es muestra de la complejidad propia de grabar música mexicana: nadie está creando un beat en una computadora o un sintetizador. En cambio, cada uno de los siete integrantes del grupo perfecciona complejos arreglos para cada corte del álbum, luego graba su parte por su cuenta. Algunas canciones se trabajan durante días y luego ni siquiera llegan al disco. Para Génesis, me dice Peso, grabó 40 temas y usó 17. Aún así, parece contento con este: se lanza a hacer un bailecito larguirucho lanzando los brazos al cielo, un movimiento que sus fans seguramente reconocen.

Regresa a la sala de composición. De camino, le pregunta a Valeria Murillo, encargada de relaciones y manejo de artistas en Prajin Parlay, si puede traerle tequila y algunos caballitos. Luego se sienta, recorre línea por línea, trabajando con entusiasmo en el corrido que tocó antes para los otros compositores. Barrera dice luego que el tiempo con Peso en el estudio se siente especial. “Yo nunca había estado en un campamento con esa energía tan tan, tan alta”.

“Llegó el delivery”, anuncia Murillo poco después, entrando con una botella pintada a mano de tequila Clase Azul. La habitación se llena de vivas mientras la botella chapotea de un lado a otro, con el tequila rebalsando los caballitos. Alguien me pregunta si quiero un trago, y declino amablemente la invitación. Peso responde rápidamente con una sonrisa gigante en la cara y me señala.

“Síiiii, Rolling Stone”, canturrea con su reconocible tono. Segundos después, tengo el caballito en la mano. 

Luego Peso se levanta en medio de la habitación y empieza a hablar.

“Hoy, estamos haciendo historia con dos canciones bien épicas”, dice. “Le doy gracias a mi compa Chachito, mi compa Oscar, que están aquí. A Julia, a todos los que están haciendo parte del disco. Iván, Edgar. Ya saben. Muchas gracias a todos. Hay que  echarle chingasos”.

Todo el mundo levanta su bebida. “¡Salud!”.

“¿Qué le faltó al muerto?”, grita Fierro.

“¡Salud!”, repiten todos felices. El tequila baja quemando, y algunos se aclaran la garganta con un “¡Ahh!” común.

“Esto es curacovid”, dispara Fierro, y Peso me mira por un segundo, con los ojos bailando.

“‘Tomaron una medicina para el covid'”, bromea, diciendo lo que piensa que escribiré en esta historia. “‘Que era en realidad ‘un shot de tequila’ ”.

AL DÍA SIGUIENTE, Peso está sentado en una mesa fuera del estudio, atrapado en su teléfono, con los ojos adormecidos. La energía es algo más letárgica que el día anterior, probablemente porque los chicos no se fueron a casa sino hasta las 2 a.m. Peso repasa a dónde tiene que viajar: Nueva York, México y L.A (vive en Orange County). Tiene que planear el anuncio de una gira, varias apariciones en galas de premios, además de un álbum, que ha estado intentado terminar en el tiempo que tiene. “Por donde voy lo sigo avanzando poco a poco”, dice. Es un recordatorio de cuánto hay sobre sus hombros, y cuánto tiene por hacer.

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Por otro lado, el lugar se ha llenado con más talento: Tito “Double P” Laija, el primo de Hassan y uno de sus confidentes más cercanos, se encuentra cerca, ya metido en una lluvia de ideas para una nueva canción. Se le ve callado y serio, sentado junto al resto de los chicos que trabajan en las letras.

Por curioso que parezca, Hassan no conoció casi a Tito cuando estaban creciendo. Tito nació en Culiacán, Hassan en Guadalajara. Hassan se describe como un niño activo con poca capacidad de concentración, obsesionado con el fútbol y Spider-Man. Su madre, maquilladora, estaba casi siempre trabajando, así que Hassan se quedaba por lo general en casa, y eventualmente aprendió a tocar la guitarra solo, mirando tutoriales de YouTube. Adoraba artistas como Chalino Sánchez, “El rey del corrido” y según los rumores un sicario de cártel, a quien sus baladas descarnadas convirtieron en una estrella imperecedera hasta que fue asesinado luego de un concierto en México a los 31 años. Peso era también fan de Ariel Camacho, un cantante mexicano que empezó a ganar fama al otro lado de la frontera antes de que muriera en un accidente de auto en 2015.

De adolescente, Peso también pasó mucho tiempo en Estados Unidos, fue brevemente a la secundaria en Texas. Le gustó siempre el hip-hop e idolitraba a raperos como Tupac Shakur y Biggie Smalls (tiene un tatuaje que dice “All Eyez on Me” en el pecho, en homenaje a Tupac). Todas esas influencias fueron filtrándose en letras que empezó a escribir y a tocar para amigos en fiestas. “Yo nunca tuve maestro ni de canto ni de guitarra. Los únicos maestros que le pueden llamar maestros que tuve fueron mis amigos. Básicamente nos juntábamos a tomar y a, y a cantar entre amigos, a pasarla bien. Y era más como que cantábamos covers y me fui desenvolviendo más. Así fui encontrando más mi estilo, mi voz, eh, tocando con mis amigos”.

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Por la época en que cumplió 20 años, decidió mudarse por su cuenta a Culiacán, en el noroeste de México, e intentar hacer carrera como músico. Tocaba en muchas fiestras privadas y escribía sus propias canciones. A través de algunos conocidos, llegó a Tito, quien también se había hecho músico y compositor. “Fue que empezamos a platicar más que éramos primos y que cómo está la familia y toda la verga y qué chido que estaba que los dos hacíamos música”, dice Peso. “Él lo hacía también más como hobby y yo ya empezaba a hacerlo más para ganarme un peso, porque de ahí comía. No trabajaba en otra cosa”.

Trabajar junto a Tito hizo que se liberara algo. “Cuando conocí a Tito pues eh, tuve como ese apoyo musical que me faltaba y comenzaron las pláticas de poder hacer algo juntos”, recuerda Peso. Tomó unos meses, pero eventualmente Tito le envió 30 canciones en mensajes de voz. Una de ellas era “El Belicón”. Peso conectó con ella de inmediato. La melodía de la guitarra es algo delicada. En las letras, sin embargo, Peso y el artista invitado Raúl Vega presumen de su colección de “minimis, bazucas y kalashnikov”. El video va incluso más allá, y los muestra corriendo con máscaras y rifles de asalto. “El Belicón” despegó localmente, y luego se hizo muchísimo más grande, para convertirse en la primera canción de Peso en llegar al Billboard’s Hot Latin Songs y alcanzar platino ocho veces. Fue un punto de inflexión. “Cuando se hizo la canción me di cuenta que su estilo con mi estilo eran la clave para hacernos reconocidos”, dice.

Los primos captaron la atención de un manager llamado Herminio Morales, pero luego de caer enfermo por un tiempo, Morales le pidió a Prajin que se ocupara de Peso. Prajin tomó la oportunidad pero no sin evaluar antes el verdadero alcance de las habilidades de Peso. “Llevo mucho tiempo en esto [manejando] atletas, artistas. Tenía mis dudas acerca de trabajar con otro artista y poner todo en él. Así que, ya sabes, le hice algunas pruebas”. Prajin hizo que Peso aprendiera “Wish You Were Here” de Pink Floyd en la guitarra y que la grabara en inglés. “Vi que confiaba en mí. Ahí fue que me dije: ‘Voy con todo con este chico’”, dice Prajin (la gente sigue pidiéndole que publique esa versión, pero el manager dice que le prometió a Peso que era su decisión”).

Peso y Prajin vieron la forma en que estrellas del reguetón alcanzaron masa crítica de audiencia al hacer equipo y lanzar grandes colaboraciones. Peso empezó a grabar con prácticamente todo el mundo, publicando canción tras canción: “PRC” con Cano, “La Bebe” con Yng Lvcas, “Igualito a Mi Apá” con Fuerza Régida, “Chanel” con Becky G.

En no poca medida gracias a estos esfuerzos, la “música mexicana explotó. Primero encajó en la más amplia historia de la música latina, que generó mil millones de dólares en 2022 y ha continuado superando al resto de la industria. La “música mexicana” ha espoleado su propio crecimiento: en Spotify las reproducciones se han más que triplicado desde 2019, y cinco de los exponentes del género han alcanzado el ranking Top 50 de los músicos globales en la plataforma. Liderando la avanzada se encuentra Peso, cuya música fue reproducida nueve mil millones de veces solo en 2023. Los artistas de corridos tumbados han empezado a aparecer en el circuito de grandes festivales: Cano tocó en Coachella en 2022, y luego de una aparición sorpresa junto a Becky G el año pasado, Peso tiene su propio espacio de tarde para este año.

Aún así, ha sido difícil sacarse de encima la asociación del género con drogas y violencia. Según han ido ganando popularidad, los corridos tumbados han sido condenados públicamente por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que dijo en una conferencia de prensa el verano pasado: “No nos vamos a quedar callados cuando dicen que son buenas las tachas [éxtasis], que tienen un arma calibre 50 y que sus ídolos son los narcotraficantes más famosos”. En noviembre, autoridades de Tijuana tomaron medidas contra los narcocorridos y decretaron una prohibición que afecta también a los corridos tumbados. La nueva ley señala que cualquier artista que “transmita, exhiba, exponga, interprete o reproduzca música, videos, imágenes o cualquier otro similar que promueva la cultura de la violencia o haga apología al delito o de los autores de hechos ilícitos en la presentación de espectáculos o diversiones públicas” puede recibir multas de hasta $57,000.

Pero varios de los autores del género ven su trabajo simplemente como otro tipo de relatos. “No lo puedes censurar, porque ¿cómo censurar lo que está pasando?,” dice Barrera. “Lo vas a ver en las noticias, o sea las noticias hablan todos los días de lo que está pasando. La música de corridos es es, es eso mismo, es como que las historias y lo que pasa pues pasando en la calle”.

Prajin habitualmente compara el género al hip-hop, que también fue repudiado por muchos cuando estaba entrando el mainstream. “La realidad es que son artistas, ¿cierto? Y están cantando canciones y esas canciones son un reflejo de la vida diaria de la gente. Hay cosas buenas en el mundo y hay cosas malas”, dice Prajin. “Todo lo que hace Hassan… él es un intérprete”

Si le preguntas a Peso, su música no es más que una mezcla de experiencias de la vida real con lo que él está sintiendo. “Es un conjunto de cosas que me van ocurriendo y lo que me va saliendo de la mente y lo que quiero plasmar. Yo siempre le he dicho que la música a mi me sirvió mucho como terapia. Son muchas cosas que uno no habla”, dice. Durante el campamento de escritura las letras sobre portar armas e ir armado surgían despreocupadamente de parte de todos mientras discutían lo que funcionaba mejor para algunas canciones.

Pese a ello, la crítica y su discurso parecen afectarle. Ya está pensando en Éxodo como una respuesta más directa a la prensa negativa que a menudo lo rodea. “[En Génesis] la gente ya vio como el lado bueno, el lado del superhéroe. Pero creo que este año van a conocer el lado oscuro”, me dice crípticamente. “Van a haber muchas cosas de por qué hacemos lo que hacemos y por qué cantamos lo que cantamos. Por qué la gente siempre, por qué los medios siempre nos ponen en contra. Por qué los medios siempre buscan algo malo, porque siempre la gente se enfoca más en lo negativo que en lo positivo. Por ese lado”.

Le pregunto qué le hace pensar que la gente se enfoca en el lado negativo de su carrera. “No sé”, dice encogiéndose de hombros. “Creo que a los medios les conviene diez veces más tener una mala noticia que una buena noticia. Yo creo que la gente tiene más de qué hablar de lo malo que de lo bueno. Siempre va a ser así”. ¿Ha aprendido a no pensar en ello?  “No, no es fácil, pero creo que día con día lo que aprendo más es que me valga verga todo, ¿sabes? A simplemente hacer lo que me gusta. Y si les gusta, bien. Y si no, también, qué bueno. ¿Sabes?”.

De vuelta en Lab Studios en Miami, todo el mundo trabaja duro. Peso ha estado dirigiendo todo el show, pero durante unos pocos minutos, se queda afuera, relajándose con sus compañeros y fumando un porro.

Al poco rato, su tour manager se acerca a él y le dice que dos productores de reguetón han llegado al estudio para mostrarle algo de música. Peso se levanta y camina hasta otra sala para reunirse con ellos. Una media hora después, están poniendo a todo lo que da un tema que acaban de crear con la voz de Peso en primer plano. Algunos de sus compañeros de banda asienten desde fuera de la sala. Finalmente, los productores se van y Peso sale sin prisa de la sala. Aún queda mucho más que hacer, más corridos por escribir.

UNAS POCAS SEMANAS DESPUÉS, a finales de enero, Peso está de regreso en California. Acaba de llegar al estudio de Prajin en Anaheim y saluda rápidamente a su manager. Le muestra un video que está a punto de publicar en Instagram, uno que tomó mientras manejaba en la autopista con unas zapatillas nuevas. Prajin mira con atención, asegurándose de que nada en él –incluido el límite de velocidad, visible en una toma– vaya a meter a Peso en problemas.

Prajin y Peso tienen una relación estrechísima. Prajin me dice que ve a Peso como a su hijo, mientras que Peso habitualmente habla de la infinita gratitud que siente por su manager. “Gracias a dios me tocó caer en muy buenas en la industria”, dice. “George es un señorón, es un hombre de negocios y no es por la relación de trabajo que tengamos, sino porque quiere lo mejor para mi y me cuida sobre todo”.

Es una de las razones por las que decidieron convertirse en socios de negocios y lanzar el propio sello musical de Peso, Double P Records. La popularidad de la música mexicana ha significado que muchos artistas, muchos de ellos adolescentes, han firmado contratos increíblemente rápido. Recientemente, algunos han revelado que estaban descontentos con los términos de esos acuerdos. Cano, por ejemplo, se lanzó a Instagram Live para reclamar que quería ser dueño de su propia música, mientras que el músico Gerardo Ortiz demandó a su sello por fraude.

Peso lanzó Double P con Prajin como socio el año pasado. Anunció que sería el CEO y responsable de Artists and Repertoire (A&R). “Se sabe que la industria mexicana y sobre todo las empresas que eran las más conocidas y las más famosas en su momento, la verdad es que no hacían las cosas para los artistas. Y había contratos muy raros y sobre todo sketchy as fuck. Ahora lo que nosotros queríamos hacer desde el principio es la cosa muy transparente”.

Uno de los primeros artistas fichados por Peso fue Jasiel Núñez (Peso, que colaboró en la curación de la lista Rolling Stone’s Future 25, seleccionó a Jasiel, a quien describió como un artista fenomenal y elogió su escritura). Nuñez se refiere a Peso como “una persona muy, muy energética, muy, muy buena persona, de un corazón muy grande”, y dice que firmar con Double P cambió su vida. “A mí me ha hecho también ser mejor persona porque siempre estoy al lado de personas buenas, que somos un equipo, una familia”.

Prajin ve el sello como una forma de que Peso sobresalga como una fuerza de la industria. “Va a tener una carrera muy larga, especialmente como ejecutivo en el negocio, como A&R o dueño del sello. Va a ser un Jay-Z”. Es una de las razones por las que ha estado trabajando tan de cerca con Peso. “¿Qué va a hacer si yo no estoy aquí? Tiene que aprender a manejar un negocio y a protegerse”.

Frente al estudio, Prajin y Peso se ponen al día por unos minutos más. Luego, Peso sube a una van negra, con dirección al centro de L.A. Tiene un atareado día de sesiones de foto y video, y parece algo preocupado: quiere encender un porro pero uno de sus asistentes –amigo suyo desde la secundaria– olvidó el encendedor, así que los miembros de equipo están buscando una estación de servicio para conseguir uno. Peso da una chupadas a un vapeador mientras tanto y pide al conductor que le deje conectar su teléfono para poner algo de música. “Bandz a Make Her Dance” de Juicy J empieza a sonar por las bocinas de la van.

Acaba de tener un par de días de descanso en casa, en Orange County. Por lo general, cuando tiene días libres, se refugia en su cuarto de juegos, juega PlayStation y fuma hierba. En otras ocasiones, ve varias películas de golpe. Hace poco devoró un puñado de películas de Disney, como Lilo & Stitch y Ratatouille.

Está cada vez más cerca de terminar el LP. “La verdad es que quiero que sea una sorpresa para toda la gente. Mira, ahorita me estoy enfocando en afinar todos los detalles pero sí van a tener varios sabores, no solamente del regional mexicano”, Peso dice. “Desde el principio me ha gustado salir de mi zona de confort. Yo sé que me va super bien en los corridos, pero también no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer cosas que siempre me han gustado y poder desarrollarme en otros géneros”. Destaca “Igual que un ángel”, la canción disco-pop de Kali Uchis donde colaboró recientemente. “Yo no me imaginaba hacer el tipo de género que hice con Kali pero creo que era como una oportunidad más para demostrar de lo que estamos hechos los mexicanos y lo que podemos hacer”.

Ya ha demostrado lo que es capaz de hacer. Su concierto favorito es el que dio en el Foro Sol, un estadio gigante en Ciudad de México. Después, uno de regreso a casa que dio en Guadalajara, y otro gigante en Argentina. “Nunca planeo nada. Es simplemente subirme a la tarima, disfrutar lo que estoy haciendo, desenvolverme hasta el máximo”, dice. “No me gusta quedarme con la espinita de que ‘pude haberlo hecho mejor, pude haber hecho esto, pude haber hecho esto’”.

Sin embargo, su descomunal personaje sobre el escenario se siente tan diferente del callado y relajado chico de 24 años en la van, algo que digo en voz alta. En un primer momento parece rechazar la idea y responde: “Hay momentos donde puedes disfrutar con amigos y momentos donde tiene que ser mas serio”. Pero luego piensa un poco más su respuesta y continúa: “Siento yo también que estoy un poco fragmentado y que son parte de mis múltiples personalidades que tengo”. Le pregunto cuál de sus personalidades cree que se acerca a quien es en realidad. “No sé”, dice. “Todo mi equipo te puede decir que así soy todos los días. Que cinco minutos puedo ser el más alegre. Y a los otros cinco minutos puedo convertirme en una fiera”. Sonríe, medio en broma.

Se toma más serio lo de considerar sus logros como parte de un todo: un logro de México, un éxito del género. Hay cierto rol de representación que ha tomado, le guste o no. Era evidente en el campamento del disco, donde guiaba a una docena de músicos y compositores. Lo piensa por un segundo. “Yo no me considero una persona normal”, dice un momento después. Me río un poco y le pregunto qué quiere decir. “Pues estoy loco. No, es que no te lo estoy diciendo de broma. Osea, mentalmente, estoy loco, ¿sabes? Por algo tengo las ideas que tengo y las canciones que hacemos. Pero creo que nuestra locura es parte de la genialidad”.

Pero, ¿loco cómo? “Es que no sé cómo explicarlo. No te puedo decir”, dice. Finalmente, señala: “Es como una enfermedad que tenemos. Yo digo que es una enfermedad. Todos los que somos la mera verga la tenemos y no nos damos cuenta. O sea, estamos locos y esa locura es lo que nos hace genuinos, nos hace únicos. Todos estamos locos de distinta manera”.

Esa locura lo ha estado llevando a todas las esquinas del mundo de la cultura popular, ofertas de Hollywood incluidas. “He tenido muchas oportunidades de hacer películas, series – y grandes”. Pero las ha rechazado. Admite que tiene dificultades para estar sentado en un solo sitio e imagina que se impacientaría mientras cambian los lentes de las cámaras y los sets. “De hecho en mis videos ya los directores saben que yo me quedo tres horas, máximo cuatro. Hay veces que hasta los colaboradores de la canción se quedan hasta más tiempo que yo”, dice (admite, con cierta timidez, que hay un proyecto que no le importaría hacer: “Me gustaría participar en Narcos, México, if they do another season”).

Si bien el ascenso a la fama de Peso el año pasado fue frenético, su mundo parece haberse acelerado aún más desde febrero tras la victoria en los Grammy. Su relación con la cantante argentina Nicki Nicole terminó públicamente (Peso declinó comentar al respecto). Canceló su actuación en Viña del Mar, Chile. Luego, los tabloides se lanzaron con historias sobre su internamiento en un centro de rehabilitación en México.

En medio del chismorreo, Peso envía una nota de voz a Rolling Stone y acalla los rumores sobre su paradero, y cuenta que en realidad ha estado en el estudio en California. “Pues las últimas semanas han sido muy locas”, dice a inicios de marzo, con la voz ligera. “La gente siempre va a tener algo que decir sobre qué estoy haciendo, creando una narrativa propia. Pero la realidad es que todos estos días he estado en el estudio, trabajando, haciendo el nuevo álbum y estoy más enfocado que nunca… Estoy más que listo para presentarles mi nuevo álbum Éxodo”.

Rápidamente describe un par de grandes momentos ocurridos durante la locura. Ganar el Grammy fue, me dice, “surreal”. El encuentro con Jay-Z fue igual de sorprendente: “Yo me quedé en shock, la verdad. Yo no sabía ni qué decirle. Empecé a tartamudear y solamente le dije que era una gran inspiración para mí, que era un ídolo mío. Y fue muy loco de escuchar de su parte que me volteó, me volteó a ver y me dijo ‘Sigue haciendo lo tuyo’, que se me quedó muy grabado y es algo que seguiré haciendo, la música que más me gusta”.

En Los Angeles me había dicho que tenía un sueño más al que estaba dando vueltas: ha estado en conversaciones para una serie sobre su vida, quizá la única forma de captar realmente cuán increíble, intenso y extraordinario ha sido todo este viaje. Piensa que es algo que hará más adelante en su carrera, pero está decidido a hacerlo realidad. “No sé si vivo o muerto, pero voy a dejar eso hecho”, promete.

Es solo un sueño por ahora. Pero, si el último año sirve como prueba, Peso seguramente lo llevará a cabo. Pero antes de poder compartir más, Peso tuvo que bajarse de la van. Ha estado sentado demasiado tiempo y necesita seguir moviéndose.

Créditos de producción

Producida por RHIANNA RULE para PALM PRODUCTIONS. Dirección de fotografía por EMMA REEVES. Diseño de ANASTASIA WALKER. Peluquero/Peluquero: DAVID THOMAS. Aseo por DANI PEREZ. La camarógrafo BRIANNA DEVONS. Editor de la entrevista en vídeo: KIM HOYOS. Editor de vídeo de BTS: SASHA FOX. Productor lineal: XAVIER HAMEL. Asistencia de producción por IXTEL GARCIA y PETER GIANG. Dirección de iluminación a cargo de SEBASTIAN JOHNSON. Asistencia fotográfica por LANCE WILLIAMS. Técnico Digital: RENEE DODGE. Asistencia de estilismo de CONRAD GYURAS. Estudio: ESTUDIO HUBBLE. Postproducción por DALLAS WING.